Como si fuese una distopía futurista al estilo de “Los Juegos del Hambre”, el empleo en la Argentina dejó de ser sinónimo de estabilidad y bienestar. Si antes a los vagos planeros que se quejaban de que no les alcanzaba la plata se les decía que agarraran la pala, ahora hay que sugerirles que agarren también el pico y la carretilla, porque con un solo laburo no alcanza.
Un estudio de la Fundación Libertad encendió las alarmas sobre el gasto político en la Argentina: los legisladores provinciales cuestan, en promedio, 1.182 millones de pesos por año, casi tres veces más que sus pares en España. Tucumán, la Ciudad de Buenos Aires, Chaco, Buenos Aires y Santa Fe encabezan la lista de los más costosos.
Como ocurre periódicamente en nuestro país, el Gobierno nacional convocó a una nueva farsa del Consejo del Salario Mínimo, en el cual usualmente “empresaurios” y “sindigarcalistas” se las arreglan para hacerle la vida posible a los trabajadores y establecer sueldos miserables con los que no se puede vivir dignamente.