“Alverso” fue imputado por lesiones leves doblemente agravadas por ser cometidas mediante violencia de género y contra “Fiambrola”; una lesión grave por el debilitamiento permanente de la salud de su ex -también doblemente agravada- y el delito de coacciones. Si se llegan a comprobar los cargos, al vejete pitoduro le podría caer una dura condena de hasta 18 años de cárcel.

Idas y vueltas

El caso está siendo investigado por la Fiscalía federal, que imputó al ex presidente y reclamó su citación basado en la prueba recabada en el expediente, como capturas de imágenes que Yañez envió a María Cantero (la secretaria y socia de chanchullos de Alberto) y fueron halladas en un peritaje al celular de esta última en el marco de otra causa penal, la de Seguros.

En este marco, este lunes la defensora legal del ex presidente, Silvina Carreira intentó sin éxito apartar al juez de la causa con acusaciones de "temor de parcialidad", aunque los argumentos fueron desestimados y la declaración tendrá lugar como estaba programado.

Por su lado, la ex “primera dama” declaró desde Madrid por medios virtuales, mientras que también se presentaron la ya mencionada María Cantero, el ex intendente de la quinta de Olivos, Daniel Rodríguez; familiares de la víctima; los médicos que la atendieron en la citada residencia; la esteticista Florencia Aguirre; su ex amiga y ex empleada presidencial Sofía Pacchi y niñeras que cuidaron a Francisco, el hijo de ambos, durante la presidencia de Fernández.

El escándalo de la presunta “fajality” que le aplicó a Fabiola se suma a otros entuertos judiciales a los que hace frente el ex mandatario, siendo entre ellos el más destacado la causa por las estafas de seguros, en la cual también está implicada Cantero, y a raíz de la cual se descubrió el contenido incriminatorio sobre los supuestos golpes que habría recibido Yáñez.

De este modo, a “Alverso” se le viene encima un panorama judicial lúgubre: un digno final para un presidente de cotillón que terminó siendo poco más que un viejo bragueta floja, borracho y sinvergüenza al que el kirchnerismo usó como mascarón de proa para llevar una vez más a Cristina Fernández al poder. Aunque la jugada K pareció haber salido bien, con el correr de los días quedó en evidencia que Alberto resultó ser tan inútil que no servía ni siquiera como títere para que Cristina gobernara por medio de él.

Solo, sin alianzas en el peronismo, sin poder para negociar con la oposición, ni mucho menos el respeto del pueblo, “Alverso” se autodefinió como el chivo expiatorio perfecto de todos los sectores y ahora enfrenta a sus propios demonios ante los tribunales de una Justicia a la que vilipendió durante su efímero reinado, y que hoy le depara una sentencia vengativa.