La historia viviente
Embellecimiento urbano

Benito Javier Carrasco, el arquitecto del verde porteño

El Rosedal, uno de los espacios verdes más emblemáticos de la Ciudad de Buenos Aires.
La obra de Benito Carrasco, plasmada en los espacios verdes porteños.
La obra de Benito Carrasco, plasmada en los espacios verdes porteños.

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

El 14 de octubre de 1958, Buenos Aires lloró la partida de uno de sus más ilustres ingenieros agrónomos y paisajistas: Benito Javier Carrasco. Lo que quedó es su obra, que abarca desde el emblemático Rosedal de Palermo y la Costanera, hasta las reformas de Plaza San Martín y Parque Lezama. Carrasco fue el creador de una visión de urbanismo que aún florece.

Carrasco nació el 3 de diciembre de 1877 en Buenos Aires. Sus padres fueron Antero Carrasco y María Dolores Hidalgo. En los albores del siglo XX terminó sus estudios para recibir el título de de ingeniero agrónomo, bajo el padrinazgo del afamado paisajista francés Carlos Thays.

Su trabajo final en la universidad trató sobre la fitogeografía de árboles indígenas. Esta tesis fue decisiva para dirigir su labor profesional hacia la mejora del espacio verde porteño. En 1906 constituyó el Centro Nacional de Ingenieros Agrónomos, que en la actualidad se llama Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos.

Entre 1914 y 1918, Carrasco estuvo al frente de la Dirección de Paseos de la Municipalidad de Buenos Aires. Desde allí se proyectó, entre otros trabajos, la creación del Jardín Botánico y el tratamiento paisajístico de la Costanera Sur. Pero du mejor obra maestra es el Rosedal de Palermo.

Este verdadero pulmón de la zona norte de la ciudad fue inaugurado en 1914. Con el tiempo se convirtió en una marca registrada de la Ciudad de Buenos Aires. Inmerso en el Parque Tres de febrero, el predio cuenta con más de 18,000 rosales y un lago que lo abraza. Más que la obra de un paisajista, el Rosedal parece ser una obra de arte. Es un punto saludable elegido por miles de porteños que cada fin de semana buscan unas horas de solaz. El ingeniero solía decir que “para conocer el grado de adelanto de una ciudad basta estudiar sus paseos públicos”.

La mano de Carrasco también se puede ver en la Plaza San Martín, del barrio porteño de Retiro y en el Parque Lezama, orgullo del barrio porteño de San Telmo. Ambos se erigen, altivos, en zonas cagadas de historia (en Retiro funcionó el primer cuartel del Regimiento de Granaderos a Caballo y en Parque Lezama -sostienen algunas investigaciones- Pedro de Mendoza fundó la ciudad de Buenos Aires, en 1536) Carrasco les rindió homenaje con un trabajo de primer nivel, a la altura de las grandes ciudades del mundo.

En el plano académico Carrasco fue el creó la cátedra de Parques y Jardines de Argentina en la Universidad de Buenos Aires. Este curso formó a varias generaciones de alumnos que, inspirados por el legado del gran paisajista, tienen el objetivo de emularlo.

Carrasco no solo se ocupó de dar solución a las necesidades de su tiempo. También se ocupaba de pensar para el futuro. En su libro "La ciudad del porvenir", que vio la luz en 1908, abogó por que cada barrio tuviera su parque y que todos se conecten por una red de avenidas.

El recuerdo de Benito Carrasco vive en sus obras, que no solo embellecen la ciudad. También ayudan a que el aire porteño sea más respirable.

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