Panorama Político Nacional
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Luego de la asunción de Sergio Massa como Superministro: ¿Alberto ganó o perdió?

Alberto Fernández con sus clases de guitarra. (Dibujo: NOVA)

Asumió Sergio Massa como “superministro”. Pero, ¿qué pasa con Alberto Fernández? ¿Deberá resignarse a ser un presidente testimonial, o la designación de Massa implica una victoria para el presidente argentino?

Alberto nunca fue peronista. Su referente político más reconocido es Raúl Alfonsín. Como buen radical, gobierna desde la debilidad, resignándose ante los poderosos y ejerciendo su autoridad sobre los débiles.

Pero Alberto es “bicho”. Muy pícaro, y poco afecto al trabajo. Por eso jamás se ocupó seriamente de armar territorio. Actúa entre bambalinas, opera en off a través de los medios. Y hasta intenta presentarse como mucho menos hábil de lo que es. Se hace el “bolu”, y no le va nada mal.

Cierto es que a nadie agrada la pérdida sistemática de poder, o que la sociedad lo identifique como un presidente honorario. Pero esa situación deviene de su estilo político. Delega formalmente responsabilidades en otros, pero los desgasta colocándole funcionarios que no les responden. Cuando le parece toma decisiones que arruinan la tarea ajena, solamente para demostrarles que el poder reside en él. Y cuando caen en desgracia, los entrega como preservativos usados.

Con la renuncia de Martín Guzmán, Alberto vio que se le venía la noche. En concordancia con Cristina designaron a Silvina Batakis, sólo porque Cristina no quería entregarle demasiado poder a Sergio Massa. No duró nada: las variables económicas estallaron, el dólar blue se disparó a 350 pesos, y del FMI le exigieron que mandaran a un economista que al menos supiera sumar y restar.

Alberto la corrió sin culpas, y fue por Massa. Pero, sobre todo, Cristina debió resignarse a aceptar que alguien a quien no puede controlar se haga cargo del centro de la escena. Y también –lo que es peor-, de conseguirle lo único que le interesa: no ir presa.

Alberto se limitó a correrse del centro de la escena, pero fue más un acting que una determinación efectiva. Mientras que Massa hacía sus shows de asunción y se presentaba como “superministro”, Alberto ya había cerrado un crédito de 5000 millones de dólares para terminar las dos represas patagónicas que estaban en Stand By. Y, de paso, envió una clara señal al norte de que el nuevo ministro no tenía nada de “Super”: no controla Energía, ni el Banco Central, ni el Nación, ni la Afip, ni ninguna de las grandes cajas de la República que mantiene Cristina a través de sus acólitos.

Así como limó a Manzur, a Scioli, a Rossi, a Aníbal Fernández, a Kulfas, a Guzmán, a Losardo, a Julián Domínguez y a tantos otros, aún antes de que Massa asumiera ya empezó a marcarle la cancha y a desgastarlo.

Y es que Alberto tiene la ficha dorada: su renuncia. Sin Alberto la Asamblea Legislativa será inevitable. Ahora la responsabilidad de encaminar la economía será exclusivamente del “superministro”. El presidente se preserva, y la vice está con el corazón en la boca por el Juicio de Obra Pública que se inició esta semana.
Con un aditivo: Massa significa la profundización del plan de Guzmán. Sumisión a los mercados y al FMI. Para los trabajadores y los jubilados quedará pagar los costos. Y no serán baratos.

Por esta razón, mientras que Massa vive sus cinco minutos de gloria y Cristina se calcina en su propio infierno, Alberto Fernández desaparece de la escena y se concentra en Olivos en la grabación de su disco con Gustavo Santaolalla instalado en Olivos, aunque la portavoz presidencial lo desmienta. De hecho, así como nadie cree en Alberto tampoco lo hace en Gabriela Cerruti. Uno graba su disco, la otra sortea objetos sexuales. Un gobierno de excelencia, sin lugar a dudas.

Alberto vino a limar y a dejar al borde de la cárcel a Cristina. También a reconocer la deuda ilegítima tomada por Macri con el FMI. Y a terminar de destruir definitivamente al peronismo. No le fue tan mal en realidad.

A dos años y medio de su asunción, se entiende mucho mejor la sonrisa desenfrenada de Héctor Magnetto tras la victoria del Frente de Todos en las PASO 2019. Con su pretendida inaptitud fue cumpliendo cada uno de los objetivos. A punto tal que ahora puede celebrar que Cristina haya debido aceptar un programa económico que la hundirá en la ruina.

Claro está que Alberto tiene su ego, que le impide aceptar cualquier posibilidad de éxito de otro dirigente que pudiera llegar a reemplazarlo. Por eso le mostrará la sonrisa a Massa y le clavó el puñal por la espalda cuantas veces pueda.

Aunque Massa no es Cristina. Y maneja con habilidad equivalente, o aún superior, las habilidades que constituyen la experticia del presidente.

¿Alberto ganó o perdió? En la escena pública puede aparecer derrotado. Tras bambalinas, disfruta de su maestría para realizar la tarea que le fue encomendada por sus patrones.

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